Tal día como hoy… hace 6 años

Hay momentos de la vida que nunca olvidas. Mi llegada a Moscú fue uno de ellos. 28 de septiembre de 2009. Un día extrañamente soleado, avance de que la ciudad me iba a recibir con las puertas abiertas. Una ciudad que, todo hay que decirlo, puede ser muy dura con uno si quiere. Pero no sé si por la extraña casualidad de que nací precisamente el día de la fiesta nacional, un 12 de Junio, decidió que no iba a serlo conmigo y me abrió sus puertas de par en par desde el primer minuto.

atascoMoscu

La persona encargada de venir a buscarme al aeropuerto y llevarme al hotel, fue como un ángel caído del cielo. Intentando por todos los medios comunicarse con el poco inglés que manejaba me introdujo en el maravilloso mundo del tráfico moscovita. Unas 3 horas fue lo que duró el trayecto hasta el hotel debido al gran atasco que había. Pero es que un atasco en Moscú es un atasco de verdad, es decir, los coches distribuidos en cinco carriles, NO SE MUEVEN. Salvo aquellos más arriesgados que no tienen miedo a enfrentarse a una multa y deciden convertir el arcén, sí sí, has leído bien, el arcén, en un carril adicional, donde sí consiguen avanzar poco a poco.

La emoción que me invadía aquel día era tal que hasta ese atasco (que ahora me desesperaría) me parecía algo nuevo y curioso que simplemente era la apertura de una cantidad de emociones que la vida tenía preparadas para mí.

La entrada en el hotel rellenando hojas y hojas en un idioma completamente desconocido para mí con el que luego haría algunas migas no habría sido posible sin el ángel que decidió quedarse conmigo por si necesitaba algo, y menos mal, porque el cirílico y el ruso para mí en ese momento eran un muro infranqueable.

Las emociones no dejarían de sucederse: mi primer viaje en un completo museo subterráneo intentando llegar a mi puesto de trabajo sin entender hacia donde iba pero disfrutando de unos mosaicos como nunca había visto al alcance de cualquiera; mi primer contacto con los que iban a ser mis compañeros de viaje en ese nuevo reto laboral que era poner en marcha un canal de televisión internacional desde cero; y como no, ese primer día en el que vi el termómetro a -28 grados pensando que estaba roto y que no podría salir a la calle, pero sí, se puede y de hecho, a nadie para esa temperatura que asusta con solo nombrarla acompañada de ese manto blanco que se volvería verde meses después. No en vano siempre dije que para mí, Moscú es la ciudad de los contrastes.

Moscú abrió mi mente como pocas experiencias en mi vida lo han hecho. Llenó mi mochila de momentos inolvidables, buenos y no tan buenos pero enriquecedores por igual. Unos años llenos de emociones y recuerdos que me han regalado, además, un puñado de amigos para la toda la vida, porque un ruso cuando decide ser tu amigo, lo es de verdad.

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